Alba Moreno · Libres y Combativas Sevilla

¡Las mujeres trabajadoras necesitamos un auténtico escudo social!

Las trabajadoras del hogar son uno de los sectores laborales más precarizados. Se trata de un colectivo feminizado prácticamente en su totalidad, al que se le imponen unas jornadas laborales extenuantes, realizando los trabajos domésticos más rutinarios, o cuidando de niños y personas dependientes. La crisis del coronavirus ha hecho aún más estragos en su situación: los despidos masivos se han unido a unas condiciones de por sí miserables, dando lugar a una situación límite para miles de trabajadoras.

Abusos, precarización y salarios de miseria. Una realidad que viene de lejos

Los salarios de la gran mayoría de empleadas del hogar son raquíticos y muchas veces son obligadas a tener varios empleos para poder sobrevivir. Para muchas de ellas, derechos como vacaciones, bajas médicas, días de asuntos propios, salario mínimo, jornada laboral de 8 horas... son inexistentes. Y es que un gran número de estas trabajadoras ni siquiera están dadas de alta en la Seguridad Social, por lo que trabajan sin contrato. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) denunciaba que, en 2017, el 30% de las empleadas del hogar seguían registrándose como trabajadoras no afiliadas a la Seguridad Social. En España, hay 394.171 personas afiliadas a la Seguridad Social como empleadas del hogar, aunque según datos de la Encuesta de Población Activa, el número real de personas que trabajan en este sector supera los 580.000 trabajadores. De esta forma, se dan todo tipo de abusos laborales –como mujeres internas en casas trabajando por 600 euros al mes– que, junto con la privatización de una serie de servicios como la dependencia, escuelas de educación infantil etc., agrava todavía más la precariedad que sufren las trabajadoras domésticas.

No es casualidad que, en este sector, abunden las trabajadoras migrantes, muchas de ellas en situación de “irregularidad administrativa”. Estas circunstancias son tomadas para sacar provecho de su pobreza y vulnerabilidad económica e imponerles así cualquier tipo de condiciones laborales, un trato en muchas ocasiones degradante en el que sufren de insultos y humillaciones en su trabajo. Por ejemplo, en Ceuta y Melilla, miles de marroquíes cruzan todos los días a las 7 de la mañana la frontera para trabajar en las casas. Un dato que revela el peso de las mujeres migrantes en el sector, es que cuando muchas de ellas fueron dadas del alta en la Seguridad Social, se registraron en un solo día dos mil trabajadoras.

A todo ello se suman unos trabajos totalmente individualizados, donde las empleadas están aisladas de sus compañeras y donde la dificultad de organizarse y luchar colectivamente es una losa.

La crisis económica golpea doblemente a las mujeres trabajadoras

El confinamiento por la pandemia sanitaria ha agravado todavía más las condiciones del sector. Un informe elaborado por el Centre d’Informació per a Treballadors Estrangers (CITE) de Barcelona constata que seis de cada diez trabajadoras del hogar han tenido que gestionar la pandemia ya en riesgo de exclusión social, una tasa tres veces superior entre este colectivo que entre la media estatal. Muchas de ellas han sido despedidas por llamadas telefónicas o WhatsApps y las que han conseguido mantener sus empleos –la mayoría internas– son chantajeadas, obligadas a permanecer encerradas sin poder ver a sus familias y amenazadas por sus empleadores, los mismos empleadores que envueltos en banderas de España, protestan cada tarde en el barrio de Salamanca de Madrid pidiendo “libertad”. La libertad para estos elementos de la derecha –que han aprovechado el COVID19 para seguir criminalizando las manifestaciones del 8M– es tener a la “chacha” disponible 24 horas al día pagándoles sueldos de miseria.

El Gobierno, como parte de su llamado “escudo social”, puso en marcha prestaciones para este sector. Pero se trata de prestaciones a las que miles de trabajadoras no pueden acogerse por no tener contrato. Estas “ayudas”, al igual que los ERTEs en muchas otras empresas, no están garantizando una mensualidad digna ya que se trata del cobro del 70% de un salario ya muy precario, con el que es imposible pagar los gastos de supervivencia más fundamentales.

El Gobierno ha argumentado que las ayudas se pueden compatibilizar con algún empleo, pero si llega entre ambos a los 950 euros al mes, se retira la ayuda. ¿Cómo pretenden que trabajadoras y familias enteras sobrevivan con “ayudas” de 300 o 400 euros en un momento donde la crisis económica se está cebando con el conjunto de la clase trabajadora?

Además de la insuficiente cuantía a la que pueden optar, las trabajadoras están denunciando que las ayudas se retrasan y que las trabas para llegar a pedirlas son infinitas. En primer lugar, la mayoría de ellas no cuentan con acceso a Internet, a un ordenador o un certificado digital necesario para hacer la solicitud telemática. Según el sindicato USO, el 50% de las llamadas que han recibido durante la cuarentena han sido de empleadas del hogar que preguntaban o por los trámites administrativos o por dónde poder ir a conseguir alimentos. Hoy, miles de estas trabajadoras, esperan durante horas y horas en las llamadas “colas del hambre” para conseguir sustento para sus familias. Una auténtica radiografía de la situación de vulnerabilidad, pobreza y desesperación de millones de mujeres y hombres de la clase trabajadora.

Por un escudo social real en defensa de los derechos de las oprimidas y oprimidos

El Ejecutivo del PSOE-UP ha anunciado a bombo y platillo el “escudo social” puesto en marcha para que la crisis económica y sanitaria no la paguemos los y las mismas de siempre. Pero la realidad es totalmente diferente. Mientras se regalan 100.000 millones de euros a los empresarios y banqueros, sólo se dedican migajas a las y los trabajadores y a la juventud, como demuestra el ejemplo de las empleadas del hogar estos meses. Necesitamos un escudo social, sí, pero uno de verdad. Que garantice el 100% de los salarios de todos los trabajadores y trabajadoras, que prohíba los despidos, los desahucios y que persiga la especulación que hace negocio con las necesidades más básicas como la comida, la luz o el agua.

La situación límite que viven las empleadas del hogar durante esta crisis pone al descubierto el auténtico callejón sin salida en el que se encuentran en este momento los sectores más vulnerables. Bajo este sistema no existe la dignidad para ellas. Sólo rompiendo con las políticas capitalistas, y construyendo una alternativa socialista para transformar este sistema podrido que oprime salvajemente a millones de personas, podremos vivir dignamente.

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