Celia del Barrio · Libres y Combativas Madrid

Desde el comienzo de la guerra imperialista en Ucrania el pasado mes de febrero, nuestras televisiones han retransmitido día y noche crudas escenas de violencia, comentadas por tertulianos y hombres de Estado que se lamentan enormemente. Cualquier joven, trabajador o trabajadora nos sentimos horrorizados por la situaciones que nuestros iguales están viviendo en Ucrania o huyendo de Ucrania y rechazamos tajantemente la invasión de las tropas de Putin. 

Pero es incluso más terrible si cabe cómo nuestra genuina solidaridad con el pueblo ucraniano  está siendo utilizada de una forma vergonzosa y repugnante para justificar a la OTAN y hacerle una lavada de cara de dimensiones históricas en letras mayúsculas. 

Para nadie pasa desapercibida la hipocresía del imperialismo occidental: por un lado, la OTAN y el militarismo norteamericano llora públicamente lágrimas de cocodrilo ante las ciudades ucranianas bombardeadas y los millones de refugiados que huyen de la invasión, sin otro interés más que la defensa de su bloque imperialista en la pugna por el dominio mundial adornado de un falso pacifismo y humanitarismo. Por otro lado, ocultan conscientemente el infierno al que miles de mujeres ucranianas están siendo sometidas por parte de las "democráticas" potencias occidentales. Las redes de trata y el negocio de la prostitución están haciendo su agosto en esta guerra reaccionaria por ambos bandos. Pero la "humanitaria, pacífica y democrática" no tienen ningún problema con ello. No solo no mueven un sólo dedo, sino que ocultan y amparan esta barbarie. 

Elegir entre huir de la guerra y arriesgarte a ser prostituida

La guerra es terriblemente lucrativa, también en el terreno de la explotación sexual. Por eso, centenares de proxenetas procedentes de distintos países adscritos a la OTAN viajan miles de kilómetros para engañar, sobornar y raptar a mujeres y niños que tratan de atravesar la frontera y huir de Ucrania, para después esclavizarlas laboralmente o en la mayoría de los casos, prostituirlas en los democráticos países occidentales. Lo hacen entre promesas de transporte, empleo, aceleración de los trámites de asilo o de cuidado de los menores con los que emigran.  El riesgo que las mujeres, especialmente las más jóvenes, corren en la frontera de Ucrania es límite y no existe ningún tipo de protocolo establecido por los gobiernos receptores de refugiados para evitar que las redes de explotación se aprovechen de la desesperación de miles de mujeres y familias humildes. La absoluta indiferencia de las autoridades tanto dentro como fuera de Ucrania hace que el intento de paliar esta situación recaiga únicamente sobre las ONGs, cuyo papel se limita a concienciar del riesgo que supone cruzar la frontera a mujeres que no tienen otra opción. 

Desde el comienzo de la guerra no solo se ha incrementado la trata de mujeres ucranianas: el consumo de pornografía ha crecido considerablemente desde el mes de febrero, y las búsquedas de términos como “porno ucraniano”, “adolescente ucraniana” o “chica ucraniana” se han disparado en los principales portales pornográficos desde el momento de la invasión. Es evidente que estos videos son grabados sometiendo y violando a mujeres que simplemente pretendían huir de la devastación de la guerra imperialista. Nos pitan los oídos con la hipocresía de la OTAN, que se apoya en el sufrimiento de la clase trabajadora cuando le beneficia, y cuando no, esconde sus vergüenzas ante el rapto y explotación de mujeres y menores.

Pero el riesgo que las mujeres más pobres y golpeadas corren de ser víctimas de trata no ha surgido al calor de la guerra. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) identificó algo más de 1.000 víctimas de trata ucranianas sólo en 2021. A día de hoy, las mujeres ucranianas son ampliamente demandadas por las redes de tráfico europeas, prostituidas a través de páginas de citas con anuncios como: “¿por qué vas a pagar X euros por una eslovaca si tienes una ucraniana más barata?”. 

Distintas organizaciones internacionales poco sospechosas de ser revolucionarias señalan el comienzo de esta masiva esclavitud sexual que sufren las mujeres ucranianas en la década de los 90, tras la disolución de la Unión Soviética, momento en el que millones de mujeres  y hombres pierden sus empleos y se lanza un plan salvaje de privatizaciones que alejaron a la clase trabajadora del acceso a servicios básicos como la educación y la sanidad. Si bien la degeneración estalinista de la Unión Soviética arrasó con grandes conquistas para las mujeres y la clase trabajadora arrancadas en la revolución de 1917, la consolidación del capitalismo únicamente supuso más barbarie. Según un informe de Human Rights Watch (HRW), entre 1995 y 2000 en dos de las principales ciudades de Ucrania, Lviv y Kiev, las tasas de desempleo femenino superaban el 70%. Esto hizo sonar las alarmas con símbolos del dólar entre proxenetas de todo el continente, que durante la década de los 2000 extendieron sus redes de trata en Europa, siendo la mayoría de las víctimas provenientes de los Balcanes y la ex Unión Soviética, particularmente Rumania, Bulgaria, Ucrania, Rusia y Moldavia.

Pobreza extrema para las mujeres bajo el reaccionario gobierno de Zelenski

Así mismo, las mujeres han vivido bajo pésimas condiciones durante los últimos años, mucho antes de que Occidente se lamentara por las vidas de los ucranianos y ucranianas. Justo antes del estallido de la guerra, las mujeres constituían el 72,2% de los beneficiarios de asistencia social. Millones de mujeres trabajan sin contrato y las que tienen la suerte de ser contratadas, trabajan con una brecha salarial de género del 22%. El enorme paro femenino impide que miles de mujeres reciban una pensión, cuyo importe es un 32% más bajo que las que reciben los hombres.

Los aliados otantistas que retratan a Zelensky como un gurú de la democracia silencian esta realidad, al igual que han hecho durante años con las granjas de mujeres ucranianas destinadas al jugoso negocio de los vientres de alquiler. No es secreto para nadie que Ucrania ha sido el centro neurálgico de estas prácticas, no por casualidad, sino porque las condiciones límite y la desesperación económica de las mujeres ucranianas se traducen en un “servicio” infinitamente más barato del que se puede conseguir en otros países europeos. Cientos de testimonios de mujeres que se han visto sometidas, retenidas y hacinadas en “clínicas de gestación” muestran el horror y la aberración de este negocio que ata de pies y manos a las mujeres pobres a las que este sistema capitalista no ofrece ni ofrecerá una alternativa de vida digna.

Ningún bando imperialista liberará a la mujer trabajadora ¡Fuera la OTAN y fuera Putin de Ucrania!

Es evidente que, mientras la invasión de Putin en territorio ucraniano es completamente reaccionaria y nada tiene que ver con los valores que las y los auténticos comunistas defendemos, el imperialismo occidental es la otra cara de la misma moneda. La OTAN, que no solo ha cerrado los ojos ante la cruda realidad de las mujeres ucranianas durante décadas, sino que tiene responsabilidad directa de ello, no supone una alternativa a esta situación y prueba de ello es su completa indiferencia y abandono de las mujeres y la clase trabajadora ucraniana. Por eso, miles de activistas y militantes de la izquierda combativa y el feminismo revolucionario contemplamos con enorme indignación la postura del gobierno “más progresista y feminista de la historia”.

El gabinete de Pedro Sánchez se postra ante el imperialismo norteamericano para el que el pueblo ucraniano es simple carne de cañón en su lucha por mantener vivo su imperialismo decadente, todo esto con una oposición nula por parte de Unidas Podemos que también aplaudía recientemente al reaccionario Zelenski cuando acudió al parlamento estatal a insultar nuestra memoria histórica- comparando Ucrania con los ocurrido en Gernika en el 37. !Basta ya! Las y los que realmente decimos no a la guerra imperialista exigimos claramente: ni un euro, ni una bala, ni un soldado a la guerra imperialista. Lo único que liberará a la mujer trabajadora y al conjunto de nuestra clase es el derrocamiento de este sistema capitalista caduco. ¡Si queremos paz, luchemos contra el capitalismo!

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