En los últimos años ha salido a la luz que las fiestas populares son uno de los puntos con mayor concentración de agresiones machistas. El ocio embrutecedor del alcohol y las drogas que el capitalismo ofrece a la juventud, unido a la situación de degradación social y la impunidad por parte de las instituciones a los agresores, son el campo de cultivo perfecto para la proliferación de más y más agresiones machistas.

Las salvajes violaciones múltiples que se denunciaron en la Feria de Málaga en 2014 y en los Sanfermines del año pasado son sólo algunos de los casos más escandalosos y sonados. Sin embargo, no son una excepción, sino la punta del iceberg de los abusos y agresiones machistas —tocamientos, acoso y persecuciones en la calle, insultos...— que se suceden cada verano en las fiestas populares de barrios y ciudades, o en espacios de ocio nocturno cada fin de semana.

 

Ya está bien de culpar a las víctimas

El conocimiento de estas agresiones ha trascendido por su tremenda brutalidad, pero aun así la respuesta por parte de las instituciones ha sido la de someter a un juicio público a estas mujeres, poniendo la responsabilidad de lo ocurrido sobre ellas y convirtiendo a las víctimas en verdugos. Esta violencia institucional contribuye a establecer un clima de completa impunidad para los agresores. La presión pública y social a la que se somete a las mujeres agredidas es tal que en muchos casos ni siquiera se llegan a denunciar las agresiones. En otros, son las víctimas las que fruto de la presión acaban retirando las denuncias o siendo ellas mismas las denunciadas por sus agresores, como el caso de la joven agredida sexualmente en la Feria de Málaga hace tres años.

Esta estrategia machista de culpar a la víctima es una lluvia fina que penetra cotidianamente en todos los ámbitos. Desde directores de institutos públicos que impiden la entrada de alumnas a clase por su vestimenta “provocativa” (como el reciente caso del IES Xunqueira II de Pontevedra), hasta comentarios y sentencias judiciales cavernícolas (entre otras perlas: “zorra no es un insulto”, “no tienes cara de maltratada” o “está segura de cerrar bien las piernas”) que han llevado al Estado español a que sea nominado, por segundo año consecutivo, el país con más sentencias machistas en un premio internacional*, pasando por el ya famoso pregón de fiestas del teniente de alcalde de Talavera de la Reina, “los discursos, muy cortos, como las minifaldas de las mujeres”. Un ejemplo perfecto de cómo considera a la mujer el rancio franquismo incrustado en los miembros del PP, y en el aparato del Estado.

Por eso, a nosotras, no nos sirven de nada las lamentaciones ni las lágrimas de cocodrilo de los y las portavoces del Partido Popular y la derecha frente a las cámaras cada vez que hay una agresión machista. Estos sollozos son puro teatro. Son ellos los que atacan nuestros derechos más básicos, y obstaculizan nuestra independencia económica con sus recortes sociales, sus reformas laborales, su precariedad y su moral podrida. Para muestra un botón: el gobierno del PP ha reducido el presupuesto contra la violencia de género en un 26%, representando hoy esa partida la mitad del dinero que se destinaba en 2008.

Desde Libres y Combativas exigimos que se ponga fin a estas situaciones y se persiga a los agresores en vez de culpar a las víctimas. Estamos hartas de los “consejos” de todos los años para evitar que podamos ser víctimas de estas agresiones. Nosotras no somos las culpables de que nos agredan moral, física ni sexualmente. Ni mucho menos tenemos que sentir miedo o vergüenza al denunciarlo. Exigimos que las fiestas populares y nuestros barrios sean espacios libres de violencia machista, donde las mujeres jóvenes y trabajadoras podamos disfrutar de un ocio sano sin miedo a sufrir ninguna agresión. Llamamos a luchar conscientemente contra estos comportamientos deleznables, a no permitir que ninguna persona se sienta insegura, agredida ni acosada.

* www.publico.es/sociedad/igualdad-genero-­espana-segundo-ano.html

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