Eleanor Donne - Socialist Party (CIT Inglaterra & Gales)

Han pasado 100 años desde que las mujeres en Gran Bretaña conquistaran por primera vez el derecho al voto en unas elecciones parlamentarias. Fueron necesarios años de lucha y la mayor movilización de mujeres en la historia de Gran Bretaña para arrancar esta victoria parcial.

En la actualidad las mujeres están tomando las calles, así como las redes sociales, exigiendo el fin del acoso sexual y el maltrato doméstico, por el derecho al aborto, y para terminar con las políticas de austeridad y recortes en los servicios públicos que afectan a las mujeres. El movimiento de hace cien años por el derecho al voto, las tensiones y diferencias en el programa, en los métodos y las diferentes ideas que surgieron, que reflejaban los distintos intereses de clase de las mujeres y los hombres implicados, entraña valiosas lecciones hoy en día para los marxistas.

La campaña por el voto femenino fue uno de los mayores movimientos de mujeres en la historia de Gran Bretaña. Sin embargo, miles de activistas de la clase trabajadora y organizadoras locales de la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio de la Mujer (National Union of Women's Suffrage Societies, NUWSS) que dedicaron muchos años de su vida a “la causa” continúan siendo ocultadas en la historia.

El NUWSS, constituido en 1897, tuvo en torno a 100.000 miembros en su momento álgido. Las dirigentes nacionales, incluyendo a Millicent G. Fawcett, limitaron su demanda a que el voto de las mujeres fuera en los mismos términos que el de los hombres[1]. Pero muchas de sus activistas locales, especialmente en las zonas industriales del noroeste, exigían el “sufragio femenino”, el voto para todas las mujeres.

Jill Liddington y Jill Norris, en su libro One Hand Tied Behind Us, explican lo siguiente  sobre el crecimiento del movimiento por el sufragio femenino: “Varios años antes de que ‘sufragista’ se convirtiese en una palabra habitual, los trabajadores del algodón de Lancashire debatían la controvertida cuestión del voto para las mujeres en reuniones a las puertas de sus fábricas, en las esquinas de las calles y en las plazas de las ciudades.

(…) Las oradoras que se dirigían a la multitud no eran mujeres educadas, de clase media, sino mujeres del pueblo que habían llegado al movimiento sufragista a través de su experiencia trabajando en la fábrica y organizando a las mujeres trabajadoras”.

Sufragistas radicales

A estas mujeres se las conocía como sufragistas radicales, tanto por sus métodos –que se diferenciaban de la amable presión parlamentaria de la dirección del NUWSS– como por su programa. Ante la reivindicación del sufragio femenino limitado la posición de las sufragistas radicales era apoyarlo, pero no como un fin en sí mismo sino como un paso adelante para conseguir el sufragio universal. Además, entendían el voto no como un derecho democrático abstracto, sino como una herramienta que podrían utilizar para desafiar las terribles condiciones sociales y la desigualdad a las que se enfrentaban. Llevaron la cuestión del sufragio femenino a sus propias organizaciones, incluyendo los sindicatos y al Gremio Cooperativo de Mujeres (Women's Cooperative Guild). Muchas activistas sufragistas participaron entusiastamente en el creciente movimiento para conseguir arrancar una voz política independiente para la clase trabajadora a través del Partido Laborista Independiente (Independent Labour Party, ILP) y, posteriormente, del Comité de Representación Laborista (Labour Representation Committee), que precedió el Partido Laborista.

Desafortunadamente, el movimiento laborista no siempre respondió con ese entusiasmo. Mientras que un amplio sector del movimiento obrero apoyó decididamente el derecho a voto de las mujeres, otros lo consideraban (al igual que otras cuestiones de la mujer) con indiferencia o desconfianza, despreciándolo como una preocupación de la “clase media” que anteponía el género a la clase.

Había verdadero temor entre algunos socialistas y sindicalistas a que si las mujeres de los sectores sociales más favorecidos votaban lo harían para apoyar a los conservadores y liberales, debilitando al recién creado Partido Laborista. Esto llevó a que muchos exigiesen el “sufragio de adultos” para todos en contraposición al “sufragio femenino” en las mismas condiciones que los hombres  (es decir, restringido a un sector). Sin embargo, para algunos esto era una excusa para oponerse al voto de las mujeres sin hacer una genuina campaña por el voto para todos. El Partido Laborista no apoyó el sufragio femenino hasta 1912. A partir de entonces el NUWSS dejó de apoyar a los candidatos liberales en favor de los laboristas.

Emmeline Pankhurst, junto a sus hijas Christabel y Sylvia, fundó en 1903 la Unión Social y Política de las Mujeres (Women's Social and Political Union, WSPU). Inicialmente, estaba integrada en el Partido Laborista Independiente y tenía estrechos vínculos con las sufragistas radicales de Manchester y alrededores.

Giro a la derecha

Sin embargo, en parte por la frustración generada ante la negativa del Partido Laborista a respaldar el sufragio femenino, y en parte por el giro político a la derecha de Emmeline y Christabel, la Unión Social y Política de las Mujeres se alejó progresivamente de la idea de construir un movimiento de masas a favor del voto como parte de un movimiento obrero más amplio.

En 1905 Christabel Pankhurst y Annie Kenney, ambas del WSPU, llevaron a cabo una campaña de acción directa y desobediencia civil[2]. Las sufragistas lograron una amplia cobertura en la prensa y, casi de un día para otro, se difundió la noticia a miles de mujeres. Muchas de las sufragistas radicales estaban entusiasmadas por esta publicidad y admiraban el coraje y la determinación de estas dirigentes sufragistas.

No obstante, según Teresa Billington[3], en 1906, el WSPU “había ido desplazado gradualmente los elementos de clase obrera de sus filas” y “rebajado su demanda de igualdad de sexos a la del derecho a voto limitado”. Así, las sufragistas radicales rompieron con el WSPU por su abandono de la demanda de un sufragio femenino universal. Por su parte, Christabel y Emmeline abandonaron el Partido Laborista Independiente ese mismo año. Habían abandonado cualquier intento de luchar por cuestiones sociales y sólo tenían un objetivo: la “igualdad política con los hombres”. Sólo Sylvia Pankhurst mantuvo sus ideas socialistas y continuó luchando en el este de Londres.

Miedo del gobierno a la unidad de la lucha de la mujer y del movimiento obrero

¿Por qué el gobierno de coalición liberal-conservadora concedió el voto limitado para las mujeres en 1918 cuando los años anteriores el gobierno liberal de Herbert Asquith había sido hostil? El principal temor para la burguesía siempre fue la relación entre el sufragio femenino y el movimiento obrero. Sylvia Pankhurst en su libro El movimiento sufragista explica que Asquith había planeado introducir un sufragio femenino limitado en 1914 para intentar romper dicha relación y dividir el movimiento sufragista en líneas de clase.

El gobierno se enfrentaba a una revuelta en el parlamento por la autonomía para Irlanda y por las huelgas de estibadores y mineros. Era un periodo de gran malestar y conflictividad en el frente industrial. El gobierno se vio obligado a realizar reformas (pensiones, sanidad y seguro de desempleo) por arriba para evitar un levantamiento por abajo. El estallido de la Primera Guerra Mundial cortó temporalmente esta radicalización. Pero durante el transcurso de la guerra, las mujeres se convirtieron en mano de obra, en cifras cada vez mayores, para reemplazar a los hombres que estaban en el frente. Esto tuvo un efecto importante en la conciencia de las mujeres, y se empezaron a descomponer las ideas y modelos sociales establecidos en relación a que la mujer tiene su lugar en la “esfera doméstica”.

La opinión más extendida fue que a un sector de las mujeres se les “dio” el voto en 1918 como reconocimiento de los admirables esfuerzos realizados por “el rey y el país” durante la guerra. Ciertamente, Emmeline y Christabel Pankhurst fueron arrastradas por el fervor patriótico y, a cambio de la liberación de prisioneras sufragistas a principios de la guerra, accedieron a suspender su campaña. La Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio de la Mujer (NUWSS) también abandonó su actividad durante la guerra. Sin embargo, no todas sus militantes estuvieron de acuerdo. Muchas sufragistas se opusieron totalmente a la guerra y fueron muy activas en campañas para impedir que hombres jóvenes fuesen reclutados para el ejército.

Sin embargo, el “cambio de idea” del gobierno respecto al voto de la mujer respondía más probablemente al miedo que sentía por el efecto de la Revolución Rusa de 1917, que inspiró al movimiento obrero en toda Europa y radicalizó a las cansadas tropas que regresaban a casa tras duros años de guerra. El gobierno británico temía dar una voz política a los trabajadores, pero también temía las consecuencias de no hacerlo.

En 1918, se concedió el voto a todos los hombres mayores de 21 años (a partir de los 19 si habían participado en el servicio activo durante la Primera Guerra Mundial).

También a las mujeres arrendatarias y propietarias de viviendas (o esposas de arrendatarios/propietarios) de propiedades con un valor superior a 5£ al año y mayores  de 30 años. Esta medida fue un intento de “estabilizar” el electorado e inclinar la balanza a favor de las clases medias y altas.

Tras la aprobación de la nueva ley, en torno al 40% de los votantes fueron mujeres. Pero fue un duro golpe para las mujeres jóvenes y las mujeres trabajadoras que eran la inmensa mayoría, pero que el gobierno consideraba más peligrosas políticamente. Tuvieron que pasar otros diez años para que las exigencias de las sufragistas radicales y el “voto universal femenino” se realizasen.

 

[1] El derecho al voto para los hombres no era universal, sólo podían votar aquellos que cumplieran los requisitos legales establecidos, como la renta, nivel cultural…

[2] El 13 de octubre de 1905, estas mujeres asistieron a un mitin en Londres para escuchar a Edward Grey, ministro del gobierno británico. Cuando Grey estaba hablando, ellas gritaban constantemente: “¿El gobierno liberal dará el voto a las mujeres?”. Al negarse a dejar de gritar, se llamó a la policía para echarlas y fueron detenidas.

[3] En octubre de 1907 varios miembros destacados de la WSPU dejaron la organización, entre ellas Billington. Junto a otras compañeras (Edith How-Martyn y Charlotte Despard) formó la Liga de la Libertad de las Mujeres (WFL).

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